¿Por qué los psicoanalistas escriben más?

En estos años como practicante del psicoanálisis he oscilado por distintos momentos en relación al acto de escribir. Si: Escribir es un acto. ¿Que lo diferencia de otras cosas que hacemos? Centralmente su incapacidad de producir algo cercano al éxito. Escribir es fracasar: antes, durante y después.
Otras cosas que hacemos tienen una forma distinta, seducen desde otros planos, prometen más e incluso cumplen más. Practicar un deporte, cocinar, trabajar con materiales, todo lo que hacemos devuelve mucho más que escribir. Cumple más. El retorno es tangible, palpable, concreto.
En la escritura, el camino solo abre dos sentidos: la incertidumbre o el fracaso.
El fracaso sera el de que aquellos que pretendan triunfar con ella y ahí es donde esta el punto. El único acceso posible al éxito a través de la escritura, es convirtiéndola en un objeto de consumo. Uno más. Volverla consumible, si es express mejor para que se acomode a estos tiempos. Que alguien lea, experimente algún punto de identificación y comente algo lindo: he ahí el fracaso materializado.
Lo dije antes, solo hay dos sentidos posibles para la escritura. Este que acabo de mencionar, el del fracaso, es que el puede ante los ojos de algún incauto camuflarse de éxito. Todo aquel que experimente un regodeo sentimental positivo a partir de la respuesta favorable de ese otro que lee lo escrito por él, no estará haciendo mucho más que mirarse al espejo y decir: que lindo soy. Vanagloria narcisista. Autoerotismo. Onanismo intelectual.
Cuando alguno vez Lacan nos dijo “no hay relación sexual” por supuesto que no se refirió a que no existieran encuentros genitales, sino que más bien puso el acento en la desproporción que momento a momento aparece cada vez que se sale al encuentro del otro en el plano del amor.
Cuando se escribe ocurre algo parecido: no hay relación textual, no hay punto de anclaje absoluto al ser del otro, y cuando eso aparentemente ocurre estamos frente a discursos sectarios, que buscan lograr efectos emocionales de fuerte identificación consiguiendo que la madre cansada de sus hijos adolescentes diga: Si! Eso me pasa!. Que el trabajador cansado de su jefe diga: Si! Eso me me pasa!. Ese tipo de escritura no produce pensamiento. Produce identificación masiva, acoplamiento ideológico y tranquilidad. Cinco minutos.
La escritura, creo yo, escribe huecos del ser, abre preguntas, deja charcos de incertidumbre con olor a futuro incierto. El éxito no es parte de sus propósitos, porque quien escribe no busca éxito, quien escribe busca existir. En un plano en el que ocurre que aquello a lo que dedica su existencia le reclama un decir, un redoblamiento conceptual del fenómeno para no quedar entrampado en un éxito aparente y parcial. Porque es eso lo que pasa en el psicoanálisis y algunas otras disciplinas: no hay éxito posible. Se avanza a los golpes, a los tumbos, interpretando tarde, leyendo precozmente, hablando de más, callando de menos. Siempre a destiempo.
Es asi, de este modo, que eso que no anda necesita ser escrito, es así que eso no cierra necesita ser pensado, reescrito, elaborado.
Por eso, y vuelvo al principio, alguna vez alguien pregunto: ¿Por qué los psicoanalistas escriben más? Más que otros profesionales que no dan cuenta de su práctica en redes sociales ni suelen contar los pormenores de su práctica en escenarios sociales?
La respuesta empieza a asomar siguiendo estas líneas: los analistas se ven todo el tiempo enfrentados a dar cuenta de su práctica tomando uno de dos caminos posibles: creerse que son eso más o menos bueno que sus pacientes dicen de ellos y cerrar el círculo allí, amándolos. O escribir, para descompletar la escena y dar cuenta de lo que no anda, de lo que insiste como no dicho y busca escritura.
Las opciones son las mismas, para un analista y para cualquiera: un padre, un amigo, un maestro: amar o dar.

Amar, identificándose a lo que al otro le falta, completándolo y aumentando la propia autoestima de manera superflua, ser eso que el otro necesita, tomar la forma del objeto que reclama, personificar una respuesta a su demanda, las más de las veces de manera inconsciente.

O dar, dar pensamiento, dar propulsión al acto. Donar el deseo y hacerlo anclar en el otro para que pueda ser alguien que busque su propio camino y no siga senderos prefabricados.

¿Será que me ama? Cuidado. El amor tiene fama mal ganada, muchas veces dar amor, es dar menos.

Algo de lo que los analistas damos, es escritura, ya aparecerá algo mejor.

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