Cuando la madre es mala

En el último tiempo vengo pensando en cierta coordenada habitual en el tratamiento de pacientes adultos que por razones diversas, no logran evitar un tipo específico de angustia que se desprende del vinculo que sostienen con sus madres.
En estos casos, se encuentra presente un elemento común: un tipo de madre que por alguna razón no ha llevado a cabo de manera consistente la función de sostén y acompañamiento, generando en la adultez de sus hijos dificultades para el logro de una autonomía deseante, es decir, de un modo u otro se sostiene un tipo de vínculo madre-hijo parasitario, que ocasiona que la respuesta del hijo sea simplemente una reacción a la acción materna. Causa y efecto sin mediación deseante.
Es el caso de una joven madre de varios hijos que ha logrado construir una respuesta que supone distinta a la de sus hermanos y a partir de la cual cree haber logrado diferenciarse: ahí donde los hermanos responden de manera espontánea a los pedidos de la madre, ella, por el contrario, osa no darle el gusto, y en consecuencia hace siempre lo contrario de lo que la madre espera.
Este modo de revelarse cuasi adolescente es ineficaz, no consigue mediante el mismo ahorrarse la angustia que le genera aquello que supone como una demanda materna directiva y sofocante. Le supone a esta madre una serie de rasgos maliciosos (que bien podrían existir) y en consecuencia sostiene una fantasía de independencia, sobre un acto que no por ser contrario es menos complementario. He allí la causa del conflicto de individuacion: la persistencia de la complementariedad, es decir, la materialización de la ilusión de la media naranja traducida al vínculo materno filial sin dejar lugar al deseo.
Dicho de otro modo, poder existir por fuera de la madre no es responder lo contrario, es responder lo propio.
Las modalidades extremas (hacer lo que la madre pide – hacer todo lo contrario) son redundantes, en tanto no permiten la emergencia de una respuesta que este basada en una lógica propia, por fuera del simple hecho de responder a lo que el otro propone.
Es interesante observar cómo, bajo esta modalidad, los hijos realizan una fantasía de supuesta superación / separación, que en realidad no hace más que confirmar que no se ha podido construir un espacio propio.
¿Cómo ayudar a estos pacientes a salirse de allí? Es claro que es necesario poder efectuar un giro hacia una posición que de un modo comprensivo pueda, primero que todo, ubicar en la madre la presencia imperfecta de un fallido ser humano, otro más, alguien que también ha tenido que lidiar con las cuestiones de su propia crianza y las dificultades de la vida. Dicho esto, se vuelve necesario comprender de que modo se actualiza en el vínculo filial lo que el psicoanálisis conoce como transferencia, es decir, todo aquello que la madre deposita sobre el hijo y que no tiene que ver con algo “personal” o dirigido a él en particular, sino que representa lo que ella tiene a disposición de su función materna, es decir, aquello con lo que cuenta para poder darle a un hijo como consecuencia de su propia crianza, en la medida en que toda madre aprende a ser madre siendo hija.
Dicho esto ¿A una madre se la perdona o se la comprende?
“Una madre siempre es madre, dejela que duerma en paz” dice la milonga, y hace referencia a ese gesto de destitución narcisista que hace falta para poder crecer: soportar la realidad de que no se es el centro privilegiado de la vida de nadie, que nada te hace tan importante como para suponerle al otro el trabajo de mantenerte alta el autoestima, que nada que brille en vos lo hace con tanto fulgor como para evitarte que del otro te llegue todo lo que tiene para darte, lo bueno y lo malo.
Des-idealizar lo que merecemos, es una de la formas de la castración y hace falta llegar a ella, para pasar a otras.

2 comentarios en “Cuando la madre es mala”

  1. Muy bueno el artículo sobre las madres, muy oportuno sobre todo en esta etapa de mi vida, siga escribiendo así y seguiremos analizando y repensando nuestras madres y nuestra relación con ellas.

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